Lo que duele no es, en sí mismo, el dolor. El dolor es el
síntoma. Lo que duele, lo que pica, lo que escuece, es la ausencia.
Dentro de lo malo, por causa del malestar, escribo. Lo malo
de escribir es que se le canta a lo que se pierde, a lo que quedó por el
camino.
Y a mí, que me nubla siempre la coherencia, que disipo el
humo con el frío de mi mente, que la lógica domina cada paso que doy (o casi),
acabo haciendo jirones toda creencia, toda idea, toda norma o ley que me obligo
a cumplir, y llego a pensar y a confirmar (en contra de mi voluntad) que un día
de estos, puede que hoy, mañana o ayer, las ganas serán más fuertes que todo lo
demás. Y tendré que volver a empezar de cero.